Me voy de vacaciones
miércoles, 31 de marzo de 2010
domingo, 14 de marzo de 2010
Sigo intentandolo con todo tipo de platos. Esta semana además he comenzado un experimento social del que ya publicaré mis estúpidas conclusiones.
Los chopitos salteados con alubias blancas de Santa Pau que copié de Pinotxo están tan buenos que se me están terminando las seis toneladas de alubias que traje de la boquería. Si los quiere probar, dese prisa que quedan pocas. Lo de limpiar los chopitos es especialmente coñazo pero vale la pena. Un plato sencillo y delicioso.
Entre medias he estado probando distintos arroces con mayor y menor acierto. El caso es que cada vez le saco más partido. El otro día por estar probando los chopitos se me quemó uno. ¡CAGÜEN! Nueva cura de humildad. Aunque lo arreglé dignamente hubiera sido sublime de no haberme distraído con los moluscos.
La ensalada de algas quedó tan sosa que no voy a comentar nada, aunque mi afectado orgullo promete rescatarla de las tinieblas. No se por que me empeño en flagelarme contándolo aquí, cuando lo más lógico sería, efectivamente, no decir nada omitiendo el chasco que mis amables comensales hubieran guardado en el más sepulcral silencio.
Ayer me compré una olla para hacer caldo en la ferretería. Simple, alta, honda, de acero inoxidable. Toda un arma de destrucción masiva. En una sola tanda pude recuperar casi todo el caldo que consumí estos días.
Por ahí me encontré una receta de salsa de ñoras y aunque las sustituí por pimientos choriceros, la combinación con atún rojo a la plancha resultó deliciosa. De guarnición, nectarinas asadas y una ensalada de habas con menta.
La verdad que las habas sobraron, no tenían nada que hacer en el plato. Si hubiera dedicado el tiempo que dedique a pelarlas en una buena siesta hubiera atendido a la gente con otra cara. Así es esto. Usted disculpará. Cosas del directo.
Tengo ahí unas remolachas crudas, muy bastas. Si le apetece, las prepararé hoy mismo. Antes voy a coger la bici, que el cinturón está diciendo basta.
Y ya que saco todas las miserias, no voy a omitir que el otro día deshuesé un pollo en segundos. Sin titubeos.
También me compré un biberón y estoy haciendo grafitti en cualquier sitio.
Ya sabe que intento reciclarme. Mañana doy un paso importante. Me estoy apoyando en el ejemplo de gente cercana. Gracias al poeta y al puto jardinero. Espero seguir alejado de esa secta maligna que profesa moderación, racionalismo e hipoteca como pilares de una vida plena.
martes, 2 de marzo de 2010
¡HOSTIA TÚ!

Estuve el sábado en el mercado de la boquería. ¡Joder! ¡que aguacates! ¡que esparragos! ¡que guisantes! no sigo con carnes, aves, setas, peces y demás productos por no empalagar. Todo bien fresco, todo bien expuesto, y para mi sorpresa, todo bien barato.
Además de mil detalles, encontré cuatro características que diferencian este mercado y los mercados modernos que están abriendo por toda España impulsados por ayuntamientos de todos los colores (San Miguel en Madrid, Santa Catarina en Barcelona, etc.)
1. Aunque hay bastantes turistas, la mayoría de visitantes son catalanes y además de mirar compran, compran mucho.
2. A pesar de contar con productos exóticos y/o de primerísima calidad, aptos para la caza del snob, los precios son muy competitivos.
3. Los puestos están atendidos por gente curtidísima en el oficio que les ocupa.
4. El mercado esta instalado en una nave vieja construida en 1914 sin artilugios arquitectónicos exuberantes ni materiales de última generación.
Todo ello se aprecia de manera natural en un recinto que funciona con éxito desde hace décadas y ayuda a que lo vea como un auténtico mercado y no como un parque temático con fines muy alejados a los de un centro cuyo fin básico es el de despachar alimentos (revitalizar la ciudad, dar a conocer la gastronomía, fomentar el turismo, etc.)
Además de los productos y los precios, me maravilló el oficio con la que los vendedores escogen, presentan, ofrecen y despachan sus productos dejando en ridículo a los pobres empleados de otros mercados imitadores que no conocen el producto con el que están trabajando y que lo venden, sin más, repitiendo lo que les han contado sus jefes.
Almorcé en Pinotxo y me puse las botas. Empanada de queso, berberechos al vapor, una cigala a la plancha, alubias con chipirones, garbanzos con mircilla esparracada, costillas de cabrito empanadas y rabo de toro. El rabo discretito, el resto delicioso. Todo rápido, en su punto y con un trato exquisito y alegre. No sé cuantas copas de Torrelló me bebí, pero tuvieron la amabilidad de cobrarme solo tres a pesar de apuntar cada una de las fui pidiendo. De postre una especie de napolitana azucarada con un café más bien malo. A la salida me compre un puro y lo disfruté con dos (quizá tres) cafés y mi Vichy en el bar Sant Josep. Esta vez el café estuvo a la altura.
Por cierto, la vieja nave no es más que un tejado metálico que cubre los puestos, ¡por lo que SE PUEDE FUMAR! todo un signo de modernidad en esta sociedad prohibicionista.
Además de estas fotos mal hechas con el móvil, me traje un buen puñado de alubias de Santa Pau. ¡Os vais a cagar!
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