Me han llegado los primeros tomates del huerto justo a tiempo, sin abonos raros, pesticidas ni genes abominables, agua, sol y estiercol. Una delicia.
Vienen muchos más pero me voy a la playa dentro de poco así que me estoy olvidando de ellos.
Siguen brotando calabacines, cebollas, pimientos, berenjenas y acelgas, muchísimas acelgas. El otro día cogí unos cuantos manojos y como comienzo a tener overbooking en el congelador, las serví con unas lentejas que estaba elucubrando, con su chorizo, su tocino, su panceta.
¡Virgen santa! me puse morado, sutil equilibrio entre verdes, legumbres y chacinas.
La leche frita esta resultando la canción del verano entre niños y chachas. Triunfa sobre flanes, natillas, tartas varias y arroz con leche.
Todo pinta de maravilla pero mis demonios internos atacan impulsados por la chacha mayor, la impúdica niñera madura, la madre shipton, y toda la corte de brujas que me rodean a diario. Ataques de pánico, de ira, de ansiedad están acabando con mis nervios.
He tenido que recurrir al fuego para espantar al ogro que comienza a dominar mis actos y mis pensamientos.
Así que he estado un par de días cocinando a la brasa.
Después de despachar estas ricas chuletillas de cordero, salí corriendo a can Alf para darme un tratamiento de desintoxicación de tanta mala baba. Aunque ya no están los gatos ni las palmeras, todo sigue igual. Además el fin de semana vino el jardinero y dejó todo listo para pegarnos unos buenos bailes.
Con el fuego, el jardín a punto y una inigualable compañía pude espantar a mis demonios y redirigir mis obsesiones a temas más trascendentes como el método más conveniente para hacer la paella perfecta o el debate sobre las ventajas y desventajas de las ensaladas y los bosques flotantes dentro del gin tonic.
Es curioso que teniendo puerto cerca no hayamos podido comprar pescados de buen tamaño. Después de discutir un poco con la pescadera, nos conformamos con estos dos rubios cabezones.
Nos los zampamos con la presencia de la gran Chavela Vargas. La gente se ríe cuando Chavela dice que habla con Lorca, pero la otra noche yo la tuve delante durante horas. Espíritus, teletransportación, exceso de alcohol o simple estupidez... el caso es que los pescados resultaron buenísimos.
Probamos dos metodos para la paella, valenciano y alicantino uno cada día. Conejo y verduras locales; bajocones, judías blancas y alcachofas enriquecieron al arroz.
El debate sigue abierto, lo seguirá siempre, el caso es seguir dándole vueltas.
Entiendo que la mayoría de la gente piense que es una salvajada, pero cuando encuentro un buen chuletón me gusta comerlo tostado por fuera y crudo por dentro, sin que este frio; azul que dirían los cursis.
Esta chuleta de dos kilos era pura mantequilla, renuncié al primero y la guarnición para poder dar buena cuenta de la parte que me correspondía.
Poco a poco recobré la calma y retomé a un Carlos Fuentes que tenía abandonado en mi mesa camilla.
Como en Madrid no encuentro crestas de gallo crudas, me hice con unas pocas para hacer un guisito. El destino quiso que cogiera una botella de vinagre pensando que era vino de jerez y cuándo me quise dar cuenta el vinagre ya estaba en la salsa, por lo que reconvertí el guiso en un delicioso escabeche que disfrutamos templadito.
Re-hab breve pero intenso. De regreso a Madrid, el jardinero me obsequió con un kilo de cangrejos que cociné de estraperlo para el personal de jardines, vigilancia y mantenimiento.
Buena parte de la tropa de chachas se ha adelantado camino de la playa, así que tengo unos días de tregua. Aprovecharé estos días que estoy solito para seguir aprendiendo e intentar abrir una sandía con esta nueva técnica ¿alguien se anima?