Con la temporada de caza en pleno apogeo, la gente va un fin de semana tras otro de finca en finca comiendo opíparamente y así me vienen... con un cargo de conciencia que no quieren ni oir hablar de comida. Llevo así varias semanas. Haciendo comida light, casi pueril, más de merienda o de brunch... que si ahora una pascualina, por acá una quiche, un pastelito de verudras por favor...
¡Mare de Déu! que agonía. Que ganas de hacer unos callos como me enseñó Pilar.
Y de pronto COCIDO... si señoras... COCIDO COMPLETO... que ganas, cuanta felicidad...
Madrugón; que se le va a hacer, tarda un huevo y da mucha lata... arranqué temprano y pronto me puse de mala leche.... que mal me hacen la compra algunas veces, solo tengo dos huesos decentes con tuétano y la gallina, ¡ay la gallina! parece un triste pollito de feria... en fin... ya están las chacinas, la verdura poco a poco, los garbanzos, que ricos, les falta un poco, EL POSTRE CAGÜEN! que ya van a dar las 12 y tampoco tengo listo el aperitivo.... que no se pase la calabaza... rollitos de repollo con zanahoria, colar el caldo, preparar bandejas, bendito horno de vapor, cuanto te quiero... desengrasar la sopa, un poco de fideos y ya está...
¡Leñe, no te dejes las piparras!
Segundo round... garbanzos y todo lo demás. Cuanta sencillez, que rotundidad.
A limpiar que es domigo y hay que salir corriendo para aprovechar.
Fallaron muchos invitados, sobró mucha comida, menos mal que hay almas agradecidas que se llevan bandejas llenas para recalentar... ya me veía comiendo ropa vieja y flatulentos garbanzos toda la semana... aunque me hubiera gustado dedicarle una buena pedorreta natural a la que me escaseo los tuétanos.
Templo la euforia escuchando cantes mineros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario