Aproveché un viaje relámapgo a Monterrey para hacer una comida en la nueva casa de mi queridísimo Hatsuka. Aunque me tuve que adaptar a los ingredientes locales, hacer la compra resultó más cómodo de lo que había pensado. Entre otras cosas pude conseguir unos huchinangos de más de un kilo por lo que volví a casa satisfecho.

Me llamó la atención poder conseguir cosas que hace 12 años hubiera sido imposible conseguir en la ciudad láser. La tarde anterior preparé varios litros de caldo de pollo (ya saben que el secreto del arroz está en el caldo) y aproveché para comer y descansar en familia.
Por la mañana, bien acompañado de un resacón, me puse manos a la obra. A picar perejil, menta y epazote; a cocer lentejas, a arreglar los hucachinangos. Había muchas cosas que hacer y el tiempo se me vino encima rapidamente. Salieron al quite el bizarro y su señora que rápidamente se pusieron a mi disposición por lo que pudimos comenzar a tiempo.
De primero servimos unas lentejas templadas con vinagre de frambuesa con calamares salteados, espárragos, y crème fraîche. Para entonces teníamos la casa llena y de manera improvisada varios de los asistentes se ofrecieron a ayudar cocinando, sirviendo, limpiando, fregando con tal disposición que lograron que la comida fuera saliendo sin interrupciones.
El resto del menú se compuso de steak tartar sobre totopos, un risotto de hinojo al tequila, y los huachinangos rellenos de perejil, menta y epazote.
Todo salió mejor de lo que esperaba y aunque a todo mundo disfrutó con la comida, el elemento central de la tarde fue la alegría de la gente que amalgamados por el anfitrión convivimos como si nos conociéramos de toda la vida.
Me muero por repetir.




Querido posadero fracasado, fue un gusto verte en acción por el barrio de la alegría! definitivamente una tarde mágica, la pasamos muy bien todos deleitados por tus exquisitos dotes culinarios!!
ResponderEliminarenhorabuena hermano
felicidades por el blog, una maravilla en verdad!!