lunes, 11 de julio de 2011

Como las buenas abuelas, madrugue para preparar la comida. El arcón estaba a rebozar de carne y huesos de corzo matado en la propia finca y hubiera sido una pena no hacer las cosas como es debido.
Fondo oscuro de corzo cocido 6 horitas para luego recocerlo otras dos en la salsa que remataría el plato.

De entre miles de papeles, saque la idea de añadir un toque de ginebra a la carne. La salsa final llevaba vino tinto, cognac, oporto y bombay saphire además de unas cuantas bayas de enebro y todas las hierbas del bosque. Curiosamente nada resaltaba, todo quedó bien armonizado y el sabor del corzo era lo que predominaba con unos matices que no sabría describir.
El corzo, previamente marinado en aceite, especias y un chorro de ginebra, lo pasé mínimamente por la plancha y lo dejé reposar dentro del calientaplatos para que no perdiera calor. De guarnición, puré de patatas clásico y remolachas con chalotas asadas.
Me quedó un plato redondo dentro de una comida completa. Los comensales repitieron y los halagos llegaron en persona hasta la cocina. Sobró suficiente para que todo el personal se sobrara con un solomillito por barba (yo me comí dos).

Faltó el toque de pimienta verde de la última vez pero solo yo lo noté.

Ducha-tren-Madrid.

No hizo falta hacer la tarta así que me traje la compota para Madrid. Hoy deleite a mis nenes con una tarta que tardé 10 minutos en preparar.
Me voy a la playa con un cerro de recetas. Se acabó la prueba, viene lo bueno.

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