Estos días deshuesé un pollo [más o menos] como Dios manda. Tardé un huevo pero las piezas salieron enteras. Buena parte se fué al congelador, a la espera de un poco de tiempo libre. El resto fue a parar a un caldo que desengrasado, también reposa bajo cero.
El viernes apareció el presi y pude preparar una ensalada tailandesa de ternera facilísima a la que le tenía ganas. A falta de algún ajuste salió muy buena.
Emilio me vendió una calabaza con la que me desquité del arroz de la semana pasada. Aproveche unos restos de faisán que tenía congelados para preparar un arroz de madre cojonudo.
Más tarde me dí una nueva cura de humildad al estrellarme con unos raviolis que a pesar de ser lo más fácil del mundo me quedaron como el culo.
Entre medias preparé un pesto de rúcula riquísimo al que no le he encontrado más utilidad que untarlo sobre un poco de queso. El resto ahí sigue, descojonado. ¡No sé que hacer con él!
El solomillo de cerdo al pibil sobre ensalada está casi listo. Le falta alguna vuelta de tuerca pero ha quedado definido. Este plato es pura inspiración de la posada; se comenzó a gestar en Can Alf y después de algunas pruebas ha terminado así. ¡Puto flash!
Por ahí quedaron restos de pasta won-ton y calabaza. A ver si tengo cojones a preparar unos raviolis como es debido. Ya veré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario