viernes, 26 de febrero de 2010

EL GÉNERO

Me estoy acostumbrando a comprar buen género y creo que estoy comenzando a volver loco a más de uno.

Con alguna excepción, siempre he preferido la comida sencilla a los platos barrocos donde predominan combinaciones imposibles. Casi siempre, la comida que preparo está basada en buenos ingredientes preparados de manera sencilla.

Me maravilla ver como una persona sonríe después de probar unos macarrones con tomate bien preparados o como disfrutan del sabor a carne de un lomo apenas cocinado.

Recientemente he estado probando con unas cosas y con otras. Compro en distintos sitios y miro distintas marcas.

El otro día preparé unos shitakes en escabeche de salsa de soja y vinagre de frambuesa y se me ocurrió cambiar de marca de soja. La preparación es tan simple, que el resultado cambia drásticamente. Con una marca salen dulces, muy suaves y con la que probé hay que agregar toneladas de azúcar para poder conseguir un resultado mediocre y cargado de calorias.


La misma noche llegué tarde a comprar pasta fresca y no quedaba nada de pastas Rana. Vaya sorpresita. He probado la pasta que compré de varias maneras, encontrando siempre un sabor a huevo exagerado quitando a los platos el punto sutil que le da la otra marca. Lo intenté con unos tallarines al limón con fresas y otros con mantequilla y espárragos con el mismo resultado. La pasta pasa de ser una base deliciosa que le da al plato armonía y unidad a ser un protagonista casi molesto que destaca sobre el resto de ingredientes.



Con una lubina me pasó todo lo contrario. Me acerqué al mercado buscando una lubina gorda de la mejor calidad para una noche especial y fracasé en el intento. A pesar de estar dispuesto a pagar lo que fuera por un buen pescado, solo encontré lubinas salvajes de las normalitas.

En este caso el resultado fue muy bueno. Aunque la lubina no era todo lo que yo quería, era suficientemente buena como para servir un plato delicioso sin necesidad de gastar tanto. ¿Quizá un plato más equilibrado? Tal vez tiene una mejor relación calidad / precio, pero sigue sin ser uno de esos platos memorables que ameritan que el pescadero te deje en pelotas en un día especial.


El caso es que el cuentito de que el buen genero se puede joder (shitakes), pero que el malo no se puede arreglar (pasta) me ha estado rondando ultimamente.

Con los restos del pescado preparé más caldo. Tengo demasiado en el congelador. Si a alguien le apetece un arroz, que me llame.



¡Ay señora! ¿ya me esta criticando otra vez? Lo de "armonía y unidad" me salió así, no pretendo ser pomposo.

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